miércoles, junio 01, 2011
Miedos con anestesia.
Miedo a envejecer, a enfermar, a morir, al sufrimiento propio, al sufrimiento ajeno.
Miedo a los demás y a uno mismo; al pensamiento, al vacío, a las mentiras, a las verdades, a las verdades de mentira.
Miedo a la compañía y a la soledad.
Miedo a lo desconocido, al que tienes al lado, al pasado, al futuro, al ahora, al recuerdo, a la culpa.
Miedo a la especulación, a lo que podría haber hecho, a lo que debería haber hecho, a lo que tendría que estar haciendo, a lo que haré, a lo que no haré, a lo que nadie hará por mi, a lo que haremos juntos.
Miedo a la nostalgia, a la tristeza, a las pesadillas, al insomnio, a las miradas, a las palabras. Miedo a la rutina, al fracaso, a la derrota, a la locura, a la inestabilidad, a lo estático, a las sorpresas.
Miedo aleatorio, a sobrevolarte, a sobrecogerte, sobreexponerte.
Miedo al silencio, al ruido, a la oscuridad, a la ignorancia propia, a la ignorancia ajena.
Miedo a llorar, a ser.
Miedo a las depresiones, a los traumas, a nuestras ideas, a las ideas de los otros, al rechazo, al dolor, al perder, a encontrar, a vivir.
Miedo a la razón y a lo que la razón no ve; a lo invisible, a lo eterno, a lo infinito, al tiempo.
Miedo a él, a ella, a vos, a nosotros, a mi.
Miedo a retroceder, a avanzar.
Miedo a pedir ayuda, a depender, a que no nos necesiten, a que nada dependa de nosotros. Miedo a amar, a que nos amen.
Miedo al destino y al azar.
Miedo a no amar, a que no nos amen, a la libertad, a las cadenas.
Miedo a preguntar, a no saber, a no entender, a no asumir, a no formar parte.
Miedo a la violencia, al individualismo, a la obsesión.
Miedo a mirar, a no ver, a no ser vistos, a desaparecer.
Miedo a lo inevitable, a lo lógico, al caos.
Miedo irracional, íntimo, público.
Miedo a los muertos, a los vivos.
Miedo a la risa, a la carcajada, a la liberación, al hundimiento.
Miedos sin nombre y sin cara, miedos anónimos.
Miedo al aplauso, a la indiferencia.
Miedo superviviente.
Miedo al descuido, al desamparo.